En medio de los horrorosos sucesos que dejò el año pasado la llamada narcoguerra, vimos algunas historias de gente común que destacó por su lucha o su reacción ante un ataque.
Esfuerzos contra la impunidad, como el de la señora Isabel Miranda de Wallace vieron contundentes avances. No así los del empresario Alejandro Martí y menos aún el de la señora Marisela Escobedo, ultimada mientras exigía justicia para su hija asesinada.
Hubo otros en los que se reaccionó con violencia ante la violencia, como el linchamiento en Ascención, Chihuahua, o el de don Alejo Garza en Nuevo León.
Amén del obvio hartazgo y la desconfianza en el sistema judicial mexicano, estos casos, que retumbaron en el escenario nacional considerando a sus protagonistas casi como nuevos héroes, tienen en común que la reacción de los agraviados vino cuando sintieron la injusticia en carne propia.
En tanto no sea a nosotros a quienes nos ataquen, nos extorsionen, nos maten a un ser querido, vemos los actos criminales, las tragedias, como acontecimientos lejanos a los que sumamos solidaridad en el dolor pero no en la búsqueda de justicia.
Si uno de los más graves problemas de México por parte de las autoridades es la impunidad, por parte de los ciudadanos es la indiferencia.
Indiferencia que ahora se puede justificar con el miedo, pero que venimos arrastrando históricamente, creyendo que lo que le pasa la vecino no nos afecta, cuando como sociedad nos perjudican a todos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario