Este martes romperé una de las reglas del periodismo y hablaré en primera persona, porque estamos en un momento en el que los medios de comunicación nos hemos convertido en noticia, mal síntoma en cualquier circunstancia.
Los periodistas no somos ni más ni menos que cualquier otro ciudadano. Sin embargo, es en razón a nuestro oficio que nuestra labor nos pone en una situación distinta.
Los periodistas somos los encargados de documenta la historia diaria, los grandes eventos de la vida de una comunidad, de traducirle a la gente las implicaciones de la toma de decisiones de un gobierno y en una postura más ambiciosa de formar opinión a través de los espacios editoriales
Hay, como en todo gremio, periodistas y medios que olvidan la razón de ser del oficio en aras de buscar un beneficio personal. Sin embargo son más los que mantienen la vocación.
Hoy, como nunca, el periodismo es un gremio que sufre las mismas amenazas que el resto de la población, la del crimen organizado, con la salvedad de que al amenazar, al asesinar, al desaparecer a un reportero, no se busca sólo callarlo a él si no a toda la sociedad.
El secuestro de cuatro periodistas en Durango a cambio de la difusión de mensajes del narco nos lleva a un nuevo nivel de amenaza.
Ahora que le tocó a medios de cobertura nacional se empieza hablar de una protesta, de una alianza, de una revisión, de una propuesta... esfuerzos pausibles, pero que no resultarán si lo siguen viendo desde la lejanía de una oficina instalada en el Distrito Federal.
Para que verdaderamente funcione se tiene que convocar a los medios locales, sobre todo aquellos que están en la línea de fuego, que tienen años padeciendo solos los daños colaterales de la narcoguerra.
Reporteros de Ciudad Juárez, de Tamaulipas, de Torreón, son los más afectados. Con redacciones infiltradas, con un marcaje personal del crimen organizado han tenido que escoger entre una noticia o su vida o la de su familia. Así no se puede ejercer libremente ni el periodismo ni ninguna actividad.
Según la Comisión Nacional de Derechos Humanos son 64 los periodistas asesinados en México desde al año 2000 y 11 los desaparecidos, entre ellos el reportero de El Imparcial, Alfredo Jiménez Mota. Asuente desde hace cinco años.
Que el secuestro de estos cuatro compañeros, y los anteriores y los que permanecen bajo amenaza, nos sirva para entrar en acción, para hacer una autocrítica de nuestro trabajo, en nuestros medios, a revisar y depurar redacciones si es necesario, a establecer protocolos de cobertura y de reacción ante agresiones...
Pero no sólo eso, es momento de que los dueños de los medios empiecen a ofrecer mejores condiciones, mejores salarios, mejores herramientas, capacitación, oportunidades de crecimiento
Para el sábado se está convocando a una marcha de protesta en el Ángel de la Independencia, que tendrá sus réplicas en ciudades del interior, incluido Hermosillo. Hay que asistir, hay que dejar precedente, pero las protestas del sábado y las que vengan quedarán incompletas si no se empieza a actuar, somos un gremio desprotegido en todo sentido y nos debe quedar claro que nadie nos brindará esa protección más que nosotros mismos.
Y que los periodistas debemos ofrecer la noticia no ser la noticia.
Lo dejó con el testimonio de los reporteros gráficos Alejandro Hernández de Televisa Torreón, Javier Canales de Multimedios Laguna, al ser rescatados por la Policía Federal el pasado sábado 31 de julio de 2010.
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