El fin de semana los narcotraficantes nos demostraron a los mexicanos, y al mundo, que sí, sí pueden ser todavía más horrendos sus crímenes. Ciudad Juárez, Coahuila y Tijuana fueron escenarios, otra vez, de brutales masacres en las que murieron civiles que estuvieron en el lugar y momento equivocado.
No pasado aún el horror de esto, aparece ayer un video en el que el hermano de la ex procuradora de Chihuahua, Patricia González, rodeado de cinco sujetos encañonándolo, la señala con vínculos con el cártel de Juárez y la autoría de varios asesinatos, incluidos la de algunos periodistas.
Autoridades y la misma inculpada piden una investigación a fondo. Sin embargo, de inmediato se vino una condena popular hacia la ex funcionaria, dando por hecho que lo dicho por su hermano es cierto.
Pocos reparan en que el hermano está secuestrado y sus palabras fueron grabadas mientras cinco sujetos lo están encañonando ¿que no sería capaz de decir uno cuando la vida está en juego?
No, la gran mayoría dio por cierto que la ex subprocuradora recibió pagos para proteger a narcotraficantes y mando a asesinar gente.
Esto ya tampoco soprende, han quedado documentados decenas de casos de este tipo, se sabe que la corrupción se hace presente en todos los niveles de mando, es más, incluso cuando un gobernante asume un cargo se da por hecho que lo usará para provecho propio.
Y ahí está lo grave, acostumbrarse y tomarlo como algo ineherente a la actividad pública, verlo como un mal necesario.
Y no, no debemos acostumbrarnos a la violencia, no debemos acostumbrarnos a la corrupción, no debemos acostumbrarnos a dejar las cosas pasar, porque al acostumbrarnos de alguna manera también lo estamos aceptando y lo peor que, especialmente, puede pasarnos a los mexicanos es resignarnos a que las cosas no pueden irnos mejor.