Se dice que justicia que tarda no es justicia y en el caso de la guardería ABC se ha tardado 16 meses, los mismos que hoy se cumplen de ese nefasto día en el que un incendio arrebató la vida a 49 niños y dejó decenas de lesionados.
¿Y qué ha pasado, qué ha pasado sobre todo para evitar que una tragedia similar vuelva a ocurrir? En los hechos, muy poco, casi nada.
En estos meses los padres de esos niños han hecho hasta lo que no para evitar que el caso no se olvide, que la desmemoria no borre de la conciencia social a sus hijos.
El gobierno federal se tardó un año para decretar apoyos a los niños lesionados, que garanticen sobre todo su atención médica vitalicia.
Los gobiernos estatales, éste y el anterior, se quedaron chiquitos ante el problema.
En el Legislativo, el caso ha servido más para que el lucimiento de algunos legisladores y como ataque a los altos funcionarios involucrados.
Las autoridades judiciales se mueven con una lentitud que hasta ofende a los deudos. Es hora que no hay sentencias.
Que las demandas siguen su cauce legal, argumenta la PGR. Sí, en lo técnico es la respuesta correcta, pero no nos hagamos, sabemos bien que en este país cuando hay voluntad las cosas ocurren y parece que aquí la voluntad de la autoridad es que el caso se pierda en los laberintos legales hasta que se diluya en el olvido.
¿Y cómo sociedad qué? ¿Nos hemos preocupado y ocupado en revisar dónde estamos, si las instalaciones educativas o laborales a las que acudimos cumplen con las reglas mínimas de seguridad? ¿Y las autoridades han hecho algo más que desplegar operativos escandalosos cuando la alarma de una guardería suena?
La realidad nos dice que muy poco, en muy poco nos hemos realmente ocupado.
Hoy son 16 meses del incendio de la guardería ABC y no, no hay asomo de justicia... y, vaya, en casos de este tipo la justicia que las leyes permiten suele quedarse corta y no convence a todos.
Claro está que lo ocurrido el 5 de junio de 2009 no fue un simple accidente, sino la consecuencia de la suma de una cadena de influyentismo, de corrupción, de negligencia y de indiferencia, que provocó que un incendio en una bodega contigua, provocado o no, se convirtiera en la peor tragedia infantil del país.
Y lo menos que le debemos a esos niños es no olvidarlos y hacer que su muerte no haya sido en vano, que las autoridades cumplan sus obligaciones y como sociedad exigirles que lo hagan.
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