En los últimos días ha habido polémica en torno a don Alejo Garza., el señor que se enfrentó a un comando de narcotraficantes para defender lo posesión de su rancho en Monterrey, perdiendo en el acto la vida y cobrando la de cuatro delincuentes.
Concido en que don Alejo fue valiente en la defensa de su propiedad, resultado del trabajo de vida, mire que no es cosa fácil enfrentarse a un grupo de bandoleros a sabiendas de que la vida irá en ello.
Un ejemplo en cuanto a la valía de un sacrificio por defender el fruto de un trabajo de vida y, sí, porque no, también del honor.
No me sumo a quienes lo consideran héroe y un ejemplo a seguir en la manera de enfrentarnos los ciudadanos a la narcoguerra, pero si entiendo que se le vea por muchos digamos que como una historia de éxito en la que un civil le gana a los malos, aunque muera en ello.
Quedamos, sin pedirlo, en medio de esta lucha, hemos visto caer muchos civiles, a niños, a manos del narco o de la autoridad, hemos visto brutales matanzas contra gente que tuvo la mala suerte de estar en el lugar equivocado.
Lo peor que nos puede pasar ahora es sumarnos a esa lluvia de tiros sin sentido. Quienes ven a don Alejo como ejemplo a seguir no se dan cuenta que alaban lo mismo que critican a Felipe Calderón: enfrentarse a los delincuentes a puro balazo.
Y tambien, lo he dicho antes aquí, se genera un caldo cultivo para que los propios narcos fomenten esto de hacerse justicia por la propia mano con el fin de provocar una desestabilziación aún mayor.
En todo caso me parecen más destacables propustas como la de la organización Estemos Unidos Mexicanos, en el sentido de la coordinación ciudadana, a la protección pacífica del entorno inmediato y de la denuncia... Eso tampoco es cosa fácil y se requiere valor para enfrentarse al sistema judicial mexicano... Es carrera de resistencia.
Lo que refleja el caso de don Alejo, como el de Ascención, Chihuahua, donde hace unos meses sus habitantes lincharon a unos secuestradores, es la profunda decepción y desconfianza de la sociedad en las autoridades, en buena parte corruptas e ineficientes, que hacen sentir al ciudadano que no queda más que también sacar la pistola.
Mientras eso se resuelva, el presidente Calderón no tiene cómo presumir el triunfo de su estrategia.
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